Ya llevamos más de un mes de cuarentena y, además de permitirme descansar sin culpa (porque ya no solo he dejado de producir, sino que ahora el mundo entero me acompaña), también debo confesar que estoy bastante orgullosa de como estoy capitalizando mi tiempo: me he dedicado a ordenar y planificar mi emprendimiento.
En este proceso he descubierto muchas cosas y llegado a varias conclusiones, como, por ejemplo, la razón por la cual no estaría alcanzando muchos de los objetivos que me planteé a principio de año y es súper rara… pero acá va: no los ejecuto.
A principio de año, sentí que por fin había encontrado en el blog mi medio ideal para transmitir el propósito más profundo detrás de hacer carteras, que es inspirar a que otras mujeres también encuentren su pasión.
Con esa idea en mente, y dadas mis pobres dotes de escritora, decidí empezar a trabajar con un coach de escritura. Ya en nuestra primera reunión, sin pensárselo mucho y con el aplomo del que sabe, me dijo algo así como: “¡Eso es! Ahí tenés el tema para tu blog: tenés que contar historias de mujeres que encontraron su pasión”.
Pusimos manos a la obra y acordamos un plan: una semana contaría reflexiones mías, que, coincidencia o no, la mayoría suceden cuando estoy creando, y la siguiente semana contaría la historia de otras mujeres.
Hasta ahí gol de media cancha: en la primera clase ya tenía un plan para llevar a la vida el propósito de mi marca. Glorioso.
Ahora, retomando el tema de los objetivos, según ese plan, hoy tendrían que estar publicadas nueve entrevistas, pero en el blog solamente hay cuatro.
Sí, pueden pensar “bueno, pero recién empezaste con la idea en enero” o “para no ser escritora, está muy bien” o “dale tiempo al proyecto y no seas tan exigente”. Es posible, pero seamos sinceras: cuando nosotras le reclamamos a la vida, ¿somos tan indulgentes? O, más bien: ¿exigimos resultados inmediatos?
Y ni hablar si esos resultados no llegan. Uf, ¡ahí sí, de repente, nos volvemos eficientes! Pero para echar culpas: a la falta de tiempo, a la suerte, al clima, a nuestros padres, a la bolsa de Estados Unidos, al gato o a lo que se te cruce por la cabeza, porque cuando se trata de encontrar excusas, nos volvemos creativas en serio, ¿no te parece?
Pero humildemente creo, queridas amigas, que lo único que no se nos ocurre en esta verborragia creativa es pensar en lo único que sí haría la diferencia: ¿qué estoy haciendo yo para que los objetivos que me planteé se cumplan?
Y esta es la segunda (para leer la primera )gran enseñanza que este “momento cuarentena” me ha dejado, además del taller impecable, los cajones impolutos, la ropa de verano lavada y guardada, una nueva batería de recetas de panes y cookies, las alacenas relucientes y varios cursos on line terminados.
¡Gracias por estar del otro lado!. Nos seguimos acompañando en este "momento cuarentena"